“Cuando estamos entrando en la quinta semana de confinamiento, aún es posible “seguir disfrutando el camino”. Está en nuestra mano el no vivirlo como una pesadilla. Para ello quiero contaros la historia de Pablo y sus patines.

Pablo nació en el seno de una familia muy humilde y en un barrio marginal. Tuvo la desgracia de perder a su madre en el propio parto y se crió con su papá. Éste, obrero de profesión, trabajaba de sol a sol para poder ofrecerle lo mejor a su hijo. Al pasar mucho tiempo sólo, a Pablo (10 años de edad) le costaba mucho trabajo el sacar el curso adelante, en concreto quinto de primaria ya que cuando su papá llegaba de trabajar apenas si podía disfrutar del tiempo justo para el baño, preparar la cena y hablar un poco con su hijo antes de irse a dormir y soñar con una vida mejor.

Desde que era un crío, el niño siempre había querido tener unos patines, era su sueño, poder desplazarse de un lugar a otro por su barrio sonriendo mientras disfrutaba de sus patines en línea. Por cuestiones económicas nunca había podido tenerlos y ahora, su padre estaba dispuesto a sacrificar unas cuantas horas más de los Sábados haciendo algunos trabajos extra y así poder comprarle a Pablo tan ansiados patines a cambio, eso sí, de unas mejores notas en el segundo trimestre del año. Pablo comenzó a trabajar duro persiguiendo su sueño…

Cuando llegaron las notas del segundo trimestre y siendo el resultado satisfactorio, su padre cumplió lo prometido y se presentó con unos preciosos patines para Pablo. Ese primer fin de semana Pablo estaba preparado para su estreno.

Ese Domingo y justo antes de ponérselos Pablo pensó que era una lástima estrenarlos ya que estaba lloviendo y se podrían llenar de barro, mejor el fin de semana siguiente. Cuando llegó ese, Pablo pensó que quizás era mejor dejarlo para el otro que era ya el primer día de la Primavera. Al otro Domingo, al comenzar a ponerse los calcetines pensó que iba a ser una pena estropearlos tan pronto y que se lo podrían rayar…y así sucesivamente. No quería estrenarlos porque le daba pena que se le estropeasen tras tanto tiempo anhelando ese momento.

Por fin llegó un caluroso día de Verano donde Pablo iba a cumplir su sueño y cuando fue a calzarse sus patines….ya no le entraban, se les habían quedado pequeños…

Con esta historia quiero ilustrar la importancia de ser felices hoy, de no esperar a esa ocasión “especial” para abrir esa botella de vino que guardamos, de no esperar a las próximas navidades a estrenar esa mantelería que guardamos con tanto cariño, etc… La vida no espera por ti, “carpe diem”, aprovecha el momento, ponte tus patines HOY y disfruta el camino.»